Al final de su vida, T. Krishnamacharya sintió que el canto védico –práctica milenaria tradicionalmente reservada a los hombres de la casta brahmán– corría peligro y hacía falta protegerlo. Con una actitud renovadora decidió entonces enseñarlo a toda persona que mostrase sincero interés. Hoy este arte o disciplina es accesible a todos. Y desde 2003, el canto védico es patrimonio intangible de la humanidad por la Unesco. Por Nuria Crespo
¿ POR QUÉ PROPONEMOS DEL CANTO VÉDICO ?
En el momento actual en el que convivimos con la inquietud y la incertidumbre esta transmisión adquiere mucho sentido.
A veces olvidamos que nuestro sistema funciona como un todo de manera integrada. Sin darnos cuenta creamos desconexión, y esto provoca malestar y sufrimiento.
El sonido es un poderoso instrumento de integración de todo lo que ya tenemos porque la naturaleza nos lo ha proporcionado: nuestro cuerpo, mente, emociones y el misterio de nuestra respiración. La escucha de nuestra propia voz tiene el poder de traernos al presente, su >vibración sonora nos conduce de manera inmediata a un estado de mayor calma.
Hay que pasar por la experiencia. Si conectamos con esta práctica puede tener en nosotros un efecto «mágico». El entusiasmo que despierta nos anima a avanzar en el camino del yoga y puede convertirse en un medio altamente refinado para descubrir lo que no necesitamos mejorar en nosotros, lo que siempre está allí y no cambia.
¿ QUÉ CANTAMOS ?
Se trata de cantar textos o fragmentos de la inmensa y antigua literatura india.
En general los textos cantados tratan sobre valores universales inherentes a la naturaleza humana y el concepto de lo sagrado. Hablan de la relación entre el hombre y los elementos de la naturaleza y del orden cósmico.
Se comienza con cantos sencillos relacionados con la salud y el bienestar. Algunos textos expresan el reconocimiento de elementos sutiles que escapan a nuestro control.
¿ QUÉ SON LOS VEDAS ?
Son cuatro colecciones de textos que se fueron componiendo, compilando y poniendo por escrito a lo largo de mil años. Son himnos y poemas que constituyen el fundamento de esta compleja cultura védica en continua evolución. Aunque no se conocen las fechas con certeza, podemos decir que el periodo védico comienza entre el 1500 y el 1000 a.n.e.
En estos textos se basan los seis darsanas o sistemas filosóficos clásicos —entre ellos el yoga. Según la tradición, fueron oídos (sruti) por los sabios de la antigua India.
¿ CÓMO SE APRENDE ?
El proceso de su aprendizaje es el tradicional, es decir, el maestro canta y el alumno repite. Se escucha y se es escuchado.
Quien aprende no necesita saber cantar. Tampoco se trata, inicialmente, de buscar la perfección del canto, sino de mantenerse de manera atenta, curiosa y relajada en el presente y de escuchar y disfrutar de la propia voz.
Quien enseña necesita haber desarrollado la escucha y la habilidad para saber qué necesita quien aprende para “afinar su instrumento”
Esta transmisión se hace en el marco de una relación entre dos personas con afecto, cuidado y respeto.
¿ CUÁLES SON SUS REGLAS ?
La cultura de los Vedas se caracteriza por su larga e ininterrumpida transmisión oral. Se cantan hoy de la misma manera que fueron cantados en su origen gracias a un fantástico método de preservación. Estas reglas tienen como objetivo no perder nada de la inspiración original, conservar su significado intacto y preservan la vibración sonora específica de cada texto.
En uno de los principales Upanisad, el Taittiriya Upanisad, se describen las seis reglas del canto :
varna, la pronunciación correcta
svara, el respeto por la nota asociada a cada sílaba
mātra, el ritmo
balam, la intensidad del sonido o fuerza
sāma, la musicalidad
santana, la continuidad.
Los tonos son solo tres y la lengua de los Vedas, el sánscrito, es considerado un perfecto sistema de sonido. Esta lengua permite expresar la estrecha relación entre sabda, el sonido, y artha, su significado.
ALGUNOS BENEFICIOS
Educa y transforma la respiración. De una manera indirecta, el canto, al realizarse en espiración consigue alargar la respiración. Una práctica apropiada y continua conseguirá que adquiera gradualmente las cualidades de dīrgha – sūksma, es decir, que sea larga y sutil y refleje así una mente en calma.
Focaliza la atención de manera inmediata. Hay algo mágico y poderoso en la voz que nos atrae y nos ubica en el presente. Existe una inmediatez en el canto que nos permite romper con el estado mental cotidiano de manera rápida y efectiva. Por este motivo, en la India todas las clases comienzan con canto. Āsana y prānāyama pueden usarse en apoyo del canto y a la vez la práctica del canto puede ser un medio eficaz para preparar otras prácticas.
Desarrolla la capacidad de escucha. Se aprende a escuchar integrando todo nuestro sistema (cuerpo, mente, sentidos, emociones y respiración). En el sistema educativo védico, refinar la escucha sravanam es siempre el primer paso. Perfeccionar esta habilidad es imprescindible, sobre todo cuando se trata de entender conceptos sutiles que escapan a la percepción directa.
Favorece la práctica meditativa. La práctica del canto védico se conoce como adhyayanam, literalmente se podría traducir como «ir hacia la esencia», es decir, hacia el interior más escondido, sutil y sagrado de cada persona. Al cantar con la intención de escuchar, el canto nos integra y se convierte en un proceso sanador. Escuchar nuestra propia voz nos conduce suave y progresivamente a la fuente, es decir, al lugar de origen del sonido.
MI HISTORIA CON EL YOGA Y CON EL CANTO ….
En un momento de cambio vital y buscando inspiración viajé a la India. Llegué a Madrás, porque me habían recomendado muy especialmente un festival de música que cada año ocupa todos los teatros de la ciudad. Me pasaba tardes enteras escuchando música carnática, y aunque no tengo formación musical, me atraía de una manera particular la música vocal. Pronto supe que la voz en la India es considerada el principal y más sagrado de los instrumentos.
Un músico suizo que aprendía tabla con su gurú me indicó cómo llegar al Krishnamacharia Yoga Mandiram. El Mandiram era aún una escuela pequeña y no muy conocida, dirigida por Desikachar. Allí, Viji Vasu, alumna de Desikachar, me dio la primera clase. Así inicié mi práctica personal de Yoga.
Recuerdo la primera vez que escuché a un grupo de unos treinta hombres y mujeres cantando textos védicos. Fue durante la ceremonia de homenaje a Krishnamacharya en el sannidhi —un pequeño templo creado por Desikachar en recuerdo de su padre—. Siempre recordaré la atmósfera que se creó con el canto y la conexión tan profunda que sentí con Krishnamacharya aquel día. Fue un privilegio pasar en Madrás más de un año aprendiendo todo lo que era capaz de absorber, practicar y cantar.
El canto védico ocupó un lugar esencial. Mi último día en la India también fue con canto. Desikachar cantó para mí, a modo de despedida, el Nārāyana Upanisad, un texto muy apreciado por su padre, que aún hoy es mi preferido. Luego me presentó a Claude Maréchal, quien acababa de llegar a la ciudad, con quien continúe mis estudios en Europa. Desde entonces regresé varias veces a la India. La última fue el año anterior a esta pandemia, cuando una vez más renové a través del canto mi precioso vínculo con ese país, con Krishnamacharya, con Desikachar y con Viji.
Compartir el canto es compartir una experiencia de silencio eficaz y profunda. Lo comparto, con ilusión, con toda persona que conecte con este valioso instrumento. Como decía Krishnamacharya ‘Practica, pon atención y asómbrate’
Escrito por Nuria Crespo, encargada de la enseñanza de Canto Védico y Mantras en la Formación que Dhara y Yoga Inbound Barcelona compartirán en Madrid desde octubre de 2021.