YAMA Y NIYAMA, la base del yoga.

Por Pablo Alonso.

Vivimos un tiempo complicado. Todo se compra y se vende. Estamos al borde del precipicio como civilización, o eso creemos. Hemos trabajado duro por doblegar a la naturaleza, parece que no vamos a poder con ella. No podemos domesticarlo todo, crear desequilibrio, descompensar los actores que hacen que el planeta funcione y después pretender que no pase nada. No podemos pretender que el dinero o la tecnología suplan al inexplicable misterio que es esa fuerza que se llama vida, que va ligada a la muerte y, por supuesto, al constante cambio.

La naturaleza del yoga también está desnaturalizada porque asociamos yoga con asanas, con posturas, con el cuerpo físico. Hay rechazo, afortunadamente cada vez menos, a la filosofía que sustenta esta práctica. Es más fácil sentirse bien “entrenando”, llamando “yogi” a cualquiera que esté interesado en comprar una esterilla y, en definitiva, mercantilizar, simplificar todo lo que representa Yoga hasta reducirlo a la postura sobre las manos, el pino. Con los conceptos filosóficos pasa igual, los reducimos hasta que puedan ser definidos con una etiqueta. Laia Villegas en el curso sobre el Samkyakarika impartido en Dhara durante el mes de febrero nos mostró que hay que elaborar, pensar y navegar en las inspiradoras palabras de los antiguos textos.

Además de la práctica de posturas, el yoga nos invita a hacer un ejercicio de observación permanente. Los Yoga Sutra de Patanjali nos dicen: primero trabaja la fe, la entrega incondicional y, sin esperar nada a cambio, entrégate a la vida con la alegría de entregar los frutos de tus acciones a algo más elevado, sirve a los demás, sirve a la vida. Estudia, tanto los textos, como tu interior, obsérvate y observa. Medita antes de hablar y de accionar, pon en valor tus acciones, mira que estén desprovistas de interés, envidia, daño… Nos dice Patanjali que Kriya Yoga es es primer estadío de un aspirante a Yogi o Yogini. Después, nos explica los 8 angas del yoga, las ocho ramas, el asthanga yoga. Estas son guías para un ser que se inicia. Trabajar sobre ellas dota al kriya yogi de herramientas para alcanzar el objetivo final del yoga: EL CONOCIMIENTO DEL VERDADERO SER. Ese que está liberado de sufrimiento, que es capaz de entender el cambio que se produce ante sus ojos segundo a segundo.

Por eso, extender un espacio de consciencia donde nos demos cuenta de cómo accionamos en nuestro día a día con los otros y con nosotros mismos es primordial en la práctica. Convivir con los demás, convivir con uno mismo, y que la experiencia sea lo menos dolorosa posible es el objetivo de YAMA y NIYAMA. Desde mi punto de vista, contemplar Yama y Niyama es un trabajo ingente, apasionante.

Yama son las propuestas que hace Patanjali para tener una convivencia armónica con los demás. Al seguir estos preceptos reducimos los movimientos mentales que toda relación social y material nos procura. Yama, tal como lo explica Srivatsa Ramaswami, son las cosas que deberiamos no hacer. Aunque te recuerden a los mandamientos cristianos hay diferencia con estos. No existe la idea de pecado ni de castigo. Es una propuesta de autorresponsabilidad, autoescucha y autoobservación.

Estos son los preceptos que componen Yama:

AHIMSA. No violencia. No dañar a nada ni a nadie. No pegar, no insultar, no burlarse de nadie. No hacerse daño a uno mismo. Ahimsa es primordial nada de lo que compone este mundo debe ser dañado.

SATYA. Ser verdaderos, decir siempre la verdad. No mentir, no difamar. ¿Siempre hay que decir la verdad? Siempre que no hagamos daño a otro ser vivo, humano, animal o vegetal. Entonces, ¿ante esta posibilidad inventamos una respuesta para no dañar? No, es preferible el silencio.

ASTEYA. No robar. No apropiarnos de lo que es de otros, ya sean cosas, ideas, palabras tiempo…

BRAMACHARYA. Autocontrol. No derrochar energía innecesariamente. Hablar menos, actuar lo imprescindible, no reaccionar. Mantener la calma cuando tienes hambre, sed, sueño. Tener paciencia y respeto por los demás cuando necesitas saciar tu sed, tu hambre, tu sueño, tus ganas de pasarlo bien… Mantener siempre la calma, saber esperar. Generalmente se identifica con la contención del impulso sexual. Pero para la mayoría de nosotros, que no somos renunciantes que se apartan de la vida para encontrarse en soledad, este punto, el de la sexualidad, sería contemplar el sexo como un camino de consciencia, no de consumo. 

APARIGRAHA. Desapego. No codiciar cosas, objetos. No acaparar ni a personas ni animales ni cosas. Nada nos pertenece.

Niyama nos habla de autopurificación, de la relación que tenemos con nosotros mismos. Propone una depuración y limpieza interna en todos los planos. Según explica Ramaswami sería lo que deberíamos hacer :

SAUCHA. Limpieza interna y externa. Mantenernos limpios y mantener cuidado lo que nos rodea. Nuestra habitación, clase, sala de yoga… Mantener una buena calidad de pensamientos exentos de envidia, ira, odio, ambición…

SANTOSHA. Contentamiento. Aceptar las cosas como son. Y dar gracias por ello. Esto no quiere decir que no tengas metas, afán de superación o sueños. Indica que pase lo que pase es una oportunidad para seguir el camino. Todo es motivo de alegría porque todo nos enseña algo.

TAPAS. Capacidad para empezar y acabar algo. Este niyama tiene que ver con la autodisciplina, la que nos ayuda a conseguir nuestros retos. A no tirar la toalla. A ponernos metas alcanzables y luchar por conquistarlas.

SVADHAYAYA. Estudio de los textos, autoobservación. Observar lo que sentimos en cada momento. Reflexionar sobre nuestras sensaciones durante el día, qué nos pasa en determinados momentos, por qué nos pasa. Estudiar los textos filosóficos que sustentan el camino del yoga. Reflexionar sobre estos textos en soledad o en grupo.

ISHVARAPRANIDHANA. Renuncia a los resultados de nuestras acciones y entrega a la divinidad, al universo, a lo que consideremos que es elevado, infinito, importante para nosotros. Este niyama nos invita a no esperar que nos reconozcan, nos digan lo bien que lo hemos hecho. Nos invita a actuar regidos por todo lo anteriormente visto y olvidarnos de que somos merecedores de ningún premio por actuar de forma correcta. Todo lo que hacemos lo hacemos como ofrenda al universo. Es el amor el que mueve todas nuestras acciones. Estas han de ser desinteresadas.

Tras lo expuesto, ¿todas las personas que practican yoga han de buscar el verdadero ser? No,  pero pueden beneficiarse de estas reflexiones para encontrar eso que el maestro Ramaswami pone tanto en valor: paz interior. Paz para vivir y compartir. En estos tiempos que vivimos, experimentar la clama que da la paz interior, estar cerca de una persona plena de paz interior, en mi humilde opinión,  es un tesoro.

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