La importancia de la enseñanza directa por Blanca San Román

En la enseñanza tradicional del Yoga no existían los grandes estudios llenos de alumnos, el marketing ni los seguidores de Instagram. Durante siglos fue una práctica privada, incluso en ocasiones secreta, donde el estudiante tenía que hacer grandes esfuerzos para ser admitido por un maestro dispuesto a enseñarle la filosofía del Yoga. Una vez encontrado, se establecía un pacto de compromiso y entrega por ambas partes. En este pacto no intervenía el dinero ni ningún tipo de retribución material, el pago al maestro era la entrega y firme compromiso por parte del alumno, al fin y al cabo, no hay mejor publicidad que una buena fama y quien mejor que un alumno aventajado para demostrar las dotes de un buen maestro.

Cuentan que Krishnamacharya estudió durante ocho años con su maestro Ramamohana Bramachari y el único pago que le hizo fue la promesa de dedicar su vida a enseñar y propagar lo que había aprendido. Hoy en día nos parece un coste muy barato, pero si tenemos en cuenta que Krishnamacharya provenía de una familia adinerada y respetada, perteneciente a la casta mas alta (Brahman) y cuyo destino estaba determinado como el gran sucesor del sabio Nathamuni al cargo de la institución védica mas importante del sur de La India, dedicarse a ser un humilde profesor de yoga (en aquella época la enseñanza no tenía el glamour de instagram, ni la promesa cosmética de un cuerpo divino) fue un pago muy elevado.

La llegada del Yoga a occidente, adaptó la forma tradicional de enseñar: un profesor enseñando a muchos alumnos que pagan por sus clases y toda la industria en la que después ha derivado esta sagrada enseñanza. Personalmente, me inicié en el Yoga de esta forma y no tengo queja, fue un medio adecuado para iniciar un compromiso que ha durado 30 años. Pero cuando decidí profundizar en mi aprendizaje y viajé a la fuente de la enseñanza , descubrí que la esencia del Yoga se trasmite con la enseñanza directa maestro-discípulo , un profesor dedicado en exclusiva a entender tus características y necesidades que adapta la enseñanza a ti sin concesiones ni edulcorantes.

La forma Parampara (trasmisión directa) es la que se sigue manteniendo en muchas escuelas de Yoga , y aunque no todo el mundo se puede permitir pagar sesiones privadas, es una experiencia que recomiendo aunque sea de forma ocasional. Puedes seguir acudiendo a tus clases grupales habituales, o practicar de forma autodidacta, pero una sesión privada te da la visión y el empuje que te permite seguir avanzando de forma efectiva y segura.
Las clases de yoga grupales son muy efectivas a la hora de crear una energía común (sangha) y un acercamiento general al Yoga, pero es la enseñanza uno a uno la que dota de sentido a la búsqueda personalizada y potencia los efectos de la práctica.

Muchos alumnos me dicen que no se pueden permitir el lujo de recibir clases privadas, no juzgo la disposición que cada quien hace de sus prioridades, pero siempre puedes pensar en una sesión uno a uno como un regalo que te haces a ti mismo. Las dudas, adaptaciones, preguntas que no te atreves a hacer delante de tus compañeros, tienen un espacio en el marco de una clase uno a uno.

En la enseñanza tradicional, cada alumno es un regalo para un profesor, una oportunidad de trasmitir y aprender, un servicio prestado y una fuente enorme de satisfacción que se plasma en el mantra dedicado a la relación profesor -alumno:

Om saha navavatu, sahanau bhunaktu,saha viryam karavavahai , tejas vinavaditam astu
ma vidvisavahai Om shanti shanti shanti

Om,
que  el universo en su grandeza nos proteja a ambos, profesor y alumno, que el universo en su magnimidad nos nutra a ambos. Que trabajemos juntos con energía y vigor. Que nuestro estudio sea iluminador y no de pie a hostilidad.
Om paz, paz, paz.

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